lunes, 21 de febrero de 2011

Mala poesía y mala política

Cuando Pancho Romero me la envió, reforzándolo todo con un sonorísimo, ...parece que la hubiera escrito para vos... yo trataba de escribir algo sobre un fragmento de la última nota de Antonio Muñoz Molina en Babelia. También pensaba, mientras preparaba un programa para un curso de Arte y Política en la Argentina, cuánto de arbitrariedad e injusticia hay en dejar fuera un texto (de Steiner) e incluir otro (también de Steiner) en su lugar. Nada nuevo, Borges eliminó por completo la posibilidad de escribir algo interesante sobre eso.

Pero Pancho me mandó esto y me obligó a unir los puntos del dibujo por su costado más débil. No es necesario perder un segundo en una valoración poética seria porque no hay nada de poesía en el tosco escrito del Secretario (¿) de Cultura de la patria. Lo único reconocible es que logró superar, en términos estéticos, lo esperpéntico de las escenas de Luca, su anterior aporte a la cultura universal, previo a hacerse cargo de la gestión pública.

En el bodoque, el Secretario Coscia celebra Cuba. Eso nos permite pensar que el Gobierno de quién es Secretario Coscia, también celebra Cuba. Y que también la celebran los intelectuales que apoyan al Gobierno. Y que la epifanía es compartida, como pocas otras cosas, por los intelectuales progres y de izquierda que están lejos del Gobierno pero que, indisimulablemente, alejan de toda reflexión crítica la cuestión cubana. Hay excepciones, como la de la profesora Claudia Hilb, pero son sólo eso, excepciones a una regla que parece de oro al momento de buscar el sencillo carnet de progresista.

Y se celebra a Cuba en un momento particular, de la isla y del mundo. Mientras Cuba vive un momento demoledoramente perverso en donde los espejismos de reforma se topan con una realidad de persecución, muerte y opresión que lastiman cualquier mirada humanística, el mundo mira lo que sucede en el oriente musulmán con una atención culposa, pero viva y expectante.

El sábado pasado, en Babelia, Suplemento cultural de El País, de Madrid, un potente Muñoz Molina se detiene a pensar sobre las manifestaciones egipcias y las multitudes en la Plaza Tahir. En un momento, y a favor de contextualizar y discutir posiciones acerca del pasado y del presente, describe cómo fue su experiencia personal en relación a la caída del muro de Berlín, ....

Por una casualidad de la vida me tocó ver en televisión las imágenes de la caída del muro de Berlín en una casa en la que estaban reunidos algunos escritores, editores y críticos de inclinación al parecer progresista. Miraban las imágenes de la gente abrazándose en Berlín como si asistieran lúgubremente a la transmisión de un entierro.”

Esa condición agria y trágica es la que sostiene la actitud de Coscia, del Gobierno y de una buena parte de los políticos e intelectuales en relación con la situación en Cuba. Llegará el momento de discutir seriamente si estar a favor de esta Cuba es progresista o reaccionario y conservador. Llegará un momento en donde la moralización exasperante, patrimonio paradojal del izquierdismo profesional, dejará de someternos tanto al vacío de la discusión política como a la mala literatura.

miércoles, 9 de febrero de 2011

La foto peronista

Todos los que hemos caminado siquiera un poco el mundo de la política sabemos que una foto tiene mil lecturas y habilita desasosiegos y esperanzas. No es poco habitual escuchar frases tales como...”a nosotros esta foto nos sirve más que tal o cuál cosa”....o.....”Esta es la foto que buscamos”...o alguna variación más o menos florida.

Es cierto que la fotografía, como ejercicio estético, reproduce y crea distintas sensaciones y pensamientos que no resultan difíciles de vincular con la escena política y, desde este argumento, la importancia supuesta de “la foto” recupera realismo, vigor y verosimilitud.

La imagen se expresa desde su propia voz. Pensemos, por un momento, qué quiere decirnos esta foto que reúne al ministro Boudou, a Hebe de Bonafini, a Fatala y a Horacio Gonzalez, y pretende hablar de la política en la Ciudad de Buenos Aires con claro reverbero nacional.

Mi primera tentación es esteticista, quiero mirar la foto con ojo atento y contar los pliegues, desarrollar esa narración que va desde los aplausos recíprocos de Boudou y Bonafini hasta el gesto distante de Gonzalez y la necesidad de hidratación de Fatala, que toma agua como quién debe digerir, pronto, algún momento difícil. Pero ¿qué queda si uno se sustrae a esta tentación y la reserva para imágenes más bellas?

Lo que queda es el profundo desprecio que el Gobierno tiene por la seriedad y la coherencia y se revela, además, el fundamental rechazo que tiene el peronismo hacia la Ciudad de Buenos Aires. De otro modo no puede explicarse esta foto, se requiere de un cinismo abrumador para juntar el esnobismo vulgar de uno con el carácter autoritario, retrógrado y violento de otra. Sin esa cuota de desprecio no se puede cobijar bajo el manto legitimador de otras fotos, la de los desaparecidos, ejercicios tan burlescos y descalificantes. ¿Qué habrá dicho Gonzalez en ese encuentro? ¿Qué palabras habrá utilizado? ¿Qué épica habrá adornado su presencia junto a sus compañeros de mesa?

La foto es contundente. Muestra el engranaje burlesco del Kirchnerismo en su versión porteña tanto como, en otras orillas, pueden hacerlo las declaraciones de Aníbal Fernández o de Pichetto. Los personajes de la foto están allí para demostrarnos que pueden hacer cualquier cosa, que saben cómo defender con el mismo entusiasmo cualquier posición con la única condición de su propia inclusión. Podrán ser neoliberales y sacarse fotos con representantes de las instituciones más perversas con el mismo énfasis con el que defienden una hipótesis de liberación nacional y popular. Como no creen en nada pueden creer en todo, y así nos lo hacen saber a cada rato, mientras, con el tono del falso educador, nos dicen cómo es que son realmente las cosas.

Trasladados al universo porteño, que aquí se sacó esta foto y que aquí quieren jugar el juego, es indispensable decir que esta Ciudad no necesita de más conservadurismo. Estamos gobernados desde hace mucho tiempo por conservadores (de distintos partidos pero igualmente conservadores) y es necesario recuperar algunas sensibilidades. Si el ejercicio alivianador de conciencias de odiar al macrismo termina en ejercicios cínicos y falsos, todo puede resultar peor. Ya sabemos qué sucede cuando se gobierna desde impostados progresismos.