lunes, 12 de noviembre de 2012

Antes del 8N

La fotografía está tomada de la excelente producción del Diario Perfil

Simplemente quería dejarles el enlace a la conversación que tuvimos, horas antes de la manifestación, con el amigo Franco Rinaldi, @Frangoyo,  en su siempre memorable chou radial titulado "FRANCOTRANSMISOR" y que sale diariamente de 13 a 15 horas por la radio de la UBA, 87.9 y por internet, en este sitio
La entrevista es muy buena y a mucha gente le gustó, incluido a mi, así que me parece interesante colgarla en QUILT para que se pueda escuchar más y para que quede en la nubecita.
Se puede escuchar haciendo click acá, escuchar la entrevista

lunes, 17 de septiembre de 2012

Telones


El intento es el de descorrer el telón y asomarse un poco para ver qué hay del otro lado, aún sabiendo que analizar posibles escenarios políticos puede y suele tornarse un ejercicio tramposo. La plasticidad propia de la vida pública vuelve inaccesibles algunos contextos. Aumentando la complejidad, las formas de la contingencia actúan de modo tal que nada pueda darse por sobreentendido o interpretado de un modo finalista. Intentar hacerlo lleva el riesgo de la simplificación, pero tal vez valga la pena.

Elijo una descripción posible de la política argentina. Por un lado, el kirchnerismo se deforma cada día como un rostro de los cuadros de Francis Bacon, y por el otro la oposición se obstina en pendular entre la falta de autoestima y la torpeza. Un poco más acá, parte de la ciudadanía empieza a hacer el trabajo que la política no está demostrando poder hacer.

Desde la mirada del gobierno la reelección es una necesidad, material y simbólica, de los círculos íntimos de la presidente. A estos se les suma el grupo heterogéneo de quienes viven su segunda juvenilia con gusto de revancha personal y los jóvenes funcionarios que han encontrado su aleph político justificado por arengas emancipadoras, ruidos de resistencia y poder económico. Pese a sus poco inspirados argumentadores intelectuales, las posibilidades de reelección son casi nulas. Entre los votantes no kirchneristas de Cristina, la idea no convence y hasta es resistida en grupos bien cercanos al gobierno. Más allá de algunos grupos tan interesados como sectarios, la reelección no tiene ningún defensor de relevancia. Cuando el kirchnerismo sepa que no puede reelegir, se verá de seguro alguna de sus peores caras. No es posible ahora decir cómo procesaran y nos harán procesar a todos ese fracaso, pero podemos estar tranquilos que no nos lo evitarán.
La oposición, por su parte, maneja un menú de ineficacias lo suficientemente amplio como para no entusiasmar a nadie y aún no ha encontrado ni el tono, ni la sensibilidad ni la inteligencia para aprovechar las hermosas oportunidades que le otorga la descomposición cotidiana del kirchnerismo. No es capaz de implantar agenda, pero tampoco de responder a la agenda del gobierno, no tiene recambios generacionales frente a un oficialismo repleto de caras joviales y frescas y, como un punto nada menor, no logra hacer emerger un primus inter pares que pueda interpretar los deseos ciudadanos y transformarlos en esperanza social.

Bajo estas estrellas, el jueves pasado, mucha, mucha y variada gente, personas, hombres, mujeres, jóvenes, no tanto, viejitos, bien vestidos y mal vestidos, salieron a la calle a protestar porque no les gusta la manera de gobernar del kirchnerismo. Las consignas no eran claras, ni siquiera eran atractivas, pero las manifestaciones fueron sorprendentemente amplias, plurales y repartidas en todo el país. Ni analistas, ni políticos ni intelectuales pueden tomar a la ligera un acontecimiento como el del jueves ni pensar que no existe política, por el sólo hecho de no comprender del todo la convocatoria. Más allá de la negación brutal y mal educada que el propio gobierno hace, la oposición también debe anotar que algunos párrafos, no pocos, les fueron dedicados.

Las posibilidades escénicas de la política de futuro cercano se acortan aunque sea un poco. El kirchnerismo, imposibilitado de reelegir, tendrá que optar por una locura (no me imagino cuál), por desmontarse y trabajar en otra opción cuasiperonistas (en su ignorancia política han esmerilado y maltratado a Scioli hasta el punto de convertirlo, casi, en un opositor), o por exagerar la mueca emancipadora y el relato épico y presentarse solos a conseguir el escuálido número de votos que les permite la cacería dentro de sus propias alambradas.

El mazo de cartas de la política contiene estas realidades del oficialismo, las inconsistencias de la oposición y las manifestaciones populares del jueves pasado. Con todo esto hay que diseñar un juego nuevo, una repartija distinta y creativa.

Como decía mi abuela Lina, hay que hacer de la necesidad, virtud. En este caso, creo que una de las posibilidades políticamente más aventurada es la de plantear con seriedad una primaria abierta de toda la oposición, sin retaceos, bolillas negras ni tarjetas rojas. Esta posibilidad reúne muchas ventajas, y sobre todo, ayuda a disminuir el tamaño de las debilidades. En primer lugar muestra un pluralismo y una apertura que pueden ser símbolo exacto de la discusión frente al populismo beligerante del oficialismo. Por otro lado, en el caso –para nada descartable- de que algún partido o facción se niegue invocando límites, sobreideologizaciones, o consideraciones morales, tendrá que explicar porqué le niega al conjunto de la ciudadanía la capacidad de elegir. En este mismo camino, una primaria de este estilo permite rescatar algo de lo que anda suelto por ahí bajo la forma indefinida de los cacerolazos y las manifestaciones. Volver política una manifestación popular es darle a los manifestantes la posibilidad de elegir y tomar decisiones relevantes. En este caso, esa relevancia es la de componer los liderazgos hacia las próximas elecciones. El escenario presidencial de 2015 admite un experimento de esta naturaleza, pero más interesante aún seria comenzar en algunos distritos relevantes -la Ciudad de Buenos Aires, por ejemplo- en las legislativas de 2013. Esta opción puede ayudar a  evitar la pequeñez del sistema político que se tentará, una vez más, en usar las legislativas del 2013 como una oportunidad de “contarse las costillas” e imponer números rídiculos sobre situaciones políticas complejas para satisfacer la búsqueda de espacios institucionales que sólo preservan la vida de los mandarines partidarios.

miércoles, 1 de agosto de 2012

Con V de Voludez


Ese animal político informe que es el kirchnerismo se empeña en hacernos creer que lo mejor – incluso lo más inteligente - es no tomarlo en serio. Casi todos los días y gracias a la particular manera de entender la publicidad de los actos de gobierno que tiene su líder, nos propone una manera superficial y empequeñecida de mirar lo que pasa entre nosotros.
Las cosas, por lo general, no son lo que parecen. O más bien no son sólo lo que parecen. Hace rato el kirchnerismo se ha convertido en su espejo barroco. Buscando superarse, fuerza el espanto y explora la falta de límites estéticos y políticos. Lo que podríamos pensar como el pasaje de un lenguaje épico a otro torpemente ligado al  espectáculo tiene, por cierto, otros componentes. Si por un lado muestra su aplastante frivolidad, a esta se le corresponde en sentido inverso una formidable capacidad de disciplinamiento social y un gran talento para gestionar el conflicto autoinflinjido.La gobernabilidad populista propuesta por el kirchnerismo en complicidad intelectual con el resto de los políticos profesionales argentinos es la contracara del sainete ridículo que propone cuando se trata de comunicar.

El costado desopilante del gobierno hace aparecer a los análisis juiciosos como un ejercicio de magnificación intelectual. Pareciera que es mejor no dialogar con sus estupideces y esperar al próximo papelón. Pero lo cierto es que los que producen hilaridad y vergüenza son los mismos que recortan las posibilidades de elección individual, amenazan por cadena nacional y se desentienden de acciones de torturas que suceden en comisarías de provincias que manejan desde hace 30 años. Por lo tanto, y más allá de considerar las extravagancias, los malos chistes y los excesos como una nota lamentable, cometeré el sociologismo de tomar al gobierno a partir de las consecuencias que propone y que nos son, lamentablemente, ineludibles.

La escena de esta semana se la lleva el Vatayón Militante, un grupo de personajes que pasea presos comunes por actos oficialistas y que encuentra en los argumentadores kirchneristas excusas nobles como la reinserción y la resocialización. Mirando en facebook el decálogo de la agrupación (acá) podemos dejarnos tentar por no considerarlo, por menospreciar la potencia de las palabras y quedarnos en el chiste sencillo. Ellos mismos alardean de la equívoca ortografía y la justifican porque con v corta también se escriben verga, vino, victoria y vagina. Esta hormonal definición no opaca otras, también interesantes. Dicen que son fieros en la ternura (lo habrán aprendido de Guevara) y que andan por ahí haciendo ruido al reproducirse, cómo alguna vez dijo el general. Se piensan a sí mismos, los del vatayón, desde la cultura nacional y popular. Y sin esperar que nosotros la definamos, lo hacen ellos. La cultura nacional popular es sucia, relegada, excluida y de base (?). El vatayón deja claro, para los desprevenidos de siempre, que es peronista y por añadidura kirchnerista.

Entonces, ¿Qué cosa obtura una mirada risueña sobre este vatayón? En las cárceles argentinas mueren más personas por actos de violencia que las que mueren por pena de muerte en los Estados Unidos. La situación de habitabilidad de las cárceles argentinas es subhumana, se mezclan presos de distinta calificación penal y se los hace convivir con la indignidad y la miseria. Frente a la completa y demostrada ineptitud del gobierno para hacer algo con el tema de la inseguridad, la respuesta es ampliar las cárceles, y si no hay presupuesto, acondicionamos containers como quería el inefable Felipe Solá cuando era kirchnerista, primera época.
Mientras tanto y lejos de la hojarasca banal del stand up cristinista, habrá presos que podrían y esperan hacerlo y que no saldrán cuando les corresponde, habrá visitas no autorizadas y habrá golpes y maltratos. La extensa parte conservadora de la sociedad argentina justificará lo peor de sus argumentos bajo la mirada atenta del hipotético progresismo del gobierno. Habrá también, como bien y rápido lo denunció la diputada María Luisa Storani, un bastardeo de instituciones nobles. Como respuesta, desde el poder hablarán de Clarín, de la dictadura, de los compañeros desaparecidos y de Eva Perón, pero todo lo otro seguirá pasando.

Queda claro el resultado de la voludez populista de Cristina Kirchner y su corte de aplaudidores y justificadores. Nos ofrece un empequeñecimiento de los debates y una sensación de aburrimiento que se parece mucho al vacío. Dice Félix de Azúa en su maravilloso Diccionario de las artes que el aburrimiento es un gran anunciador de cambios profundos. Habrá que hacer aparecer algo que llene la nada del aburrimiento kirchnerista. Hace un tiempito que parece que esto está por terminar, por el bien de todos, ayudemos creativamente a que eso suceda.




miércoles, 11 de julio de 2012

Con Franco Rinaldi en su chou radial diario

Estimados, les dejo el audio de la charla que tuvimos con Franco Rinaldi en su programa Francotransmisor, por radio UBA. Hablamos de política claro, bajo el influjo inevitable de la cadena nacional que acababa de terminar. Sirva para abrir un nuevo ciclo en QUILT.



viernes, 17 de febrero de 2012

El Estado kirchnerista frente al despertar de los monstruos


La literatura está repleta de historias, malas y buenas, de monstruos que se vuelven contra sus creadores. La política, finalmente una de las formas de la literatura, regala cada tanto una actualización del género, las más de las veces, envileciendo al creador al mismo tiempo en que desaparece el monstruo.

Uno de los pilares discursivos del kirchnerismo fue, durante un largo período de tiempo, que nunca iba a reprimir la protesta social. La fábula kirchnerista navegó, hasta donde pudo, haciendo alarde de esta conquista. El secreto, la ganancia para el gobierno, residía en que esto debía verse como un avance en el sentido de los derechos del pueblo. “Cuando el pueblo se expresa, el gobierno popular no reprime”, ahí la máxima populista.

Este haiku populista tiene un problema formal insalvable. La pretensión del relato ficcional del kirchnerismo pretendió inaugurar una doctrina de la relación entre el Estado y la utilización legítima de la violencia. Incluso si no se tiene ganas de llegar demasiado lejos en la teoría, lo mínimo para decir es que el discurso del gobierno se restaba a si mismo capacidad de autoridad y, con ello, también soberanía.

Ahora saben los kirchneristas lo que siempre supimos todos. No es posible suspender, por un acto de performatividad del lenguaje, la imprescindible relación entre Estado y represión. Puede gustarnos un poco más o un poco menos, pero la negación de esa relación terminará por agigantar al monstruo.
Decir esto no es decir que todos los Estados, por sólo serlo, deben prepararse para reprimir. Lo que sí implica, necesariamente, es una discusión muy potente, muy vigorosamente democrática, de los modos y las formas en que esta relación convive con la sociedad. No hay una única manera de encarar el conflicto y no todo conflicto debe llevar a instancias represivas, pero para llegar a esta forma es imprescindible no negar una situación definicional, en términos teóricos y prácticos, de la experiencia social.

Una de las maneras más interesantes de licuar la violencia en esta relación es la de reformular el conflicto pensándolo en otra clave. Se puede promover dejar que la confrontación deje paso a la colaboración y percibir, en cada conflicto particular, de qué modo contemplar primero los intereses de los más débiles. Al mismo tiempo, no es necesario dejarse ganar por la sencillez del “alguien tiene que perder” y se puede pensar en el crecimiento colectivo.

Una experiencia populista como la que vive Argentina no puede llevar adelante una política de este tipo. No tiene la sensibilidad ni el talento como para no dejarse ganar por el belicismo discursivo que propone la creación de un enemigo cada vez que pierde el rumbo.

Habrá que ver qué sucede cuando otros monstruos vayan despertando de su siestita ficcional.

domingo, 12 de febrero de 2012

Hoy es domingo

Hoy es domingo, hoy es domingo, se escuchaba en una linda, hermosa canción que Los toreros muertos tocaban promediando la década de los ochenta. Los domingos son especiales, el domingo permite que exista el impensable adjetivo endomingar. Perón se llamaba Domingo, Juan Domingo. Los domingos terminan las semanas y hay semanas buenas y malas.
Para los que miramos la política de la patria, este domingo y gracias al gobierno nacional, cierra una semana marcada por el desconcierto, la vergüenza y la pena.

La primera manifestación, el primer gesto, lo marcó la misma presidente. Bajo un manto de neblina, llamó a la oposición a una conferencia de prensa donde haría “anuncios importantes” sobre Malvinas. La oposición argentina, rápida para el desastre, empezó con los titubeos. Los radicales a primera hora se negaron, pero luego decidieron ir –alguien los convenció que era mejor no sacar los pies del plato-. Otros, como el PRO, el socialismo dueño del FAP, Patricia Bullrich y Francisco De Narváez ni siquiera se plantearon lo sorpresivo de una convocatoria tan fuera de lo común. Aún cuando están de sobra acostumbrados a un gobierno que no conversa, que anunció diálogos políticos que nunca comenzó, que no envía a sus ministros al parlamento y que maltrata las opiniones ajenas cada vez que tiene oportunidad, no sospecharon nunca que iban a ser utilizados como audiencia “tonta”. La inteligencia y la sagacidad de la oposición política al kirchnerismo se rindió frente a la “gran causa nacional” malvinense y se dispuso, en primera fila, a escuchar y aplaudir lo que tenía para decir la presidente.

La conferencia, mezcla de stand up con Aló Presidente, no pudo ser más desopilante. Las “medidas” fueron la desclasificación de un informe que se podía bajar por internet, que había sido publicado al final de la década del ochenta y que se puede comprar por mercado libre a más o menos 200 pesitos. No conforme con este acto de soberanía, en el mismo episodio –al tiempo que creaba una comisión para estudiar el informe de marras- elevó la figura de su autor, el Teniente General Benjamín Rattenbach a la categoría de prócer sin advertir que con sólo googlearlo aparecían dos características propias de un militar de su tiempo. El amigo Rattenbach había formado parte de un golpe de Estado y, además, había sugerido que Isabel Perón debía ser removida de su cargo, primeramente, por su condición de mujer. Para terminar el show y para que la calificada platea no quedara insatisfecha, la presidente reclamo la presencia de más John Lennon en la mirada británica y sugirió, emotiva, que se le diera una oportunidad a la Paz. Envalentonado con el éxito de la presidente, unas horas después el Ministro de Defensa de la Nación, un tal Señor Puriccelli se vió en la obligación de afirmar que “si las fuerzas armadas británicas llegan a venir al territorio argentino la Argentina va a ejercer el legítimo derecho a defensa.”

La continuidad de la semana le correspondió al Secretario de Transporte Juan Pablo Schiavi. Tan macrista como fue y tan kirchnerista como es, Schiavi estuvo balbuceando durante un largo rato acerca de las bondades de la tarjeta SUBE y, de paso, anunció que se postergaba el plazo para que los ciudadanos pudiéramos contar con tan preciado artefacto y así, no tener que pagar aumentos en el transporte. Por más que algunos incrédulos insistieron, el Secretario no estuvo en condiciones  de decir cuánto podría costarle a los usuarios un pasaje en colectivo después de vencido el nuevo plazo. Tampoco pudo aclarar si el hecho de tener la tarjeta eximiría a todos del aumento o si algunos deberemos pagar más aún teniendo nuestra correspondiente maravilla. Lo que si quedo claro es que hasta el 2 de marzo la tarjeta la costea el Estado, pero el tres la tiene que pagar el usuario. En resumen, nada, ni una noticia de cuanto puede ser el costo –no de una central atómica o de la implementación de un seguro nacional de salud- sino de un humildísimo tramo entre Palermo y Parque Chas.

La mala fortuna quiso que muriera Jazmín de Grazia. Ya se sabe lo que ocurre con las muertes jóvenes, y, al parecer el gobierno sintió cierto eclipse, que no dudó en reparar de modo contundente, en el mismo sentido en que planteó toda la semana. La responsable en este caso fue la Ministra de Seguridad que dio una conferencia de prensa para decirnos a todos que “no le iba a temblar la mano” para sancionar a los responsables de filtrar las inoportunísimas y desagradables fotos de la modelo muerta que salieron en Crónica. La Ministro no dijo nada acerca de que los propietarios del medio son abiertamente oficialistas y gozan de buena cantidad de pauta oficial y tampoco dijo nada -en realidad dijo “de eso no voy a hablar”- cuando fue preguntada sobre los hechos violentos que se produjeron en Catamarca, entre la policía y los manifestantes contrarios a la explotación minera.

La presidente no quiso dejar pasar la semana sin otra participación rutilante y el tema minero estaba al rojo vivo. Un día antes había expresado, rigurosamente, que el tema de la minería requería de un debate en serio. Manos a la obra, llamó a otra de sus extrañas intervenciones públicas, en esta oportunidad para hablar sobre una cementera el Olavarria. Aprovechando la ocasión, la presidente entabló una hermosa y cándida conversación con un obrero de nombre Antonio que derivó en una defensa muy fuerte del compañero trabajador hacia las actividades mineras. La presidente, con ese don para comunicarse con las clases populares que la caracteriza, terminó por hacerle un chiste y decirle que a él, a Antonio, que no era un dirigente político sino un humilde laburante, nadie lo iba a acusar de ser un agente de la Barrick Gold. El pequeño problemita con el episodio es que el compañero resultó ser el presidente del PJ de Olavarría, se había jubilado hace un tiempo y ni siquiera se llamaba Antonio sino Armando. Como si el bochorno no fuera suficiente, hay videos que marcan que la presidente estaba al tanto de la situación y que en un momento hasta parece haber advertido que la fluidez de la conversación con “el compañero Antonio” podría llegar a sonar un poco falta de espontaneidad y hace gestos claros de cortarla para que no se advirtiera el indiscutible papelón. Lo pueden ver acá. Al parecer, tanta gente del FREPASO en el gobierno no es en vano y la escuela de Anibal Ibarra y su corte de aduladores a sueldo tiene sus seguidores.

Una semana trágica, para el gobierno, para los opositores y para los ciudadanos. Una semana que podría, en caso de existir una oposición con algún grado de talento político, ser el inicio del fin del ciclo populista abierto por el kirchnerismo. Pero eso no va a pasar, no al menos por ahora. Porque para eso hace falta una oposición seria, sensible y políticamente astuta que genere, no el desenmascaramiento y la exposición de la mentira, eso no hace falta ya, sino la esperanza de la opción.

jueves, 5 de enero de 2012

Plataformas intelectuales


Ligera advertencia para el lector: Esta nota fue escrita antes de la renuncia de Guillermo Saccomanno. Creo que el tono de la carta, sugiere una mágica confirmación a lo que sigue.

En su formidable blog, Flavio Buccino tuvo la inteligente idea de rescatar la emergencia de un nuevo grupo de intelectuales y gentes vinculada a la cultura que formaron Plataforma 2012. Con una celeridad que es también sensibilidad, Flavio celebró la aparición –que un día después tomaría estado público en todos los diarios- de un nuevo espacio de reflexión. Heterogéneo, el conjunto de firmas que sostiene el documento contiene desde pensadores notabilísimos –mi admiración intelectual hacia José Emilio Burucúa es enorme -  hasta artistas geniales –Luis Felipe Noé y Diana Dowek - pasando por arrepentidos kirchneristas.


No me interesa caer en la mitificación del pensamiento, y mucho menos en tornarlo ingenuo. Las ideas tienen consecuencias y no es cierto que haya que saludar cualquier intento reflexivo sin detenerse un instante a mirar hacia dónde va. Pero en este caso, esa precaución parece excesiva y es necesario remarcarlo. No coincido en ningún caso con las formas de resolución política que los integrantes de Plataforma 2012 eligen en tanto ciudadanos, pero su intervención en el debate público tiene que darse por bienvenido. Por otro lado, no hay nada novedoso salvo la generación de un colectivo, tanto Gargarella, como Sarlo o Burucúa son animadores de la discusión en los medios más importantes y, cada tanto, obtienen esa visibilidad que es tan esquiva para los trabajadores de la palabra.

Con todo, la lectura del manifiesto (incluso su propia existencia) no me deja dar el próximo paso hacia la alegría o la expectativa. Leo y no puedo dejar de sentir un sinsabor, como un regusto medio amargo. La idea de grupo que necesita un manifiesto, lo propone y desde allí modela su intervención pública es hija de otro tiempo. Se parece mucho más a los clubes o salones europeos que a la actitud intelectual y artística que imagina un mundo que es improbable. En el documento de presentación de Plataforma 2012 se escucha mucho la voz del adversario, parece un grupo de veteranos de guerra que quieren revivir la batalla porque al fin, después de revisar una y otra vez sus estrategias, parece que aprendieron el truco. 

La consigna sobre revivir el pensamiento crítico no parece demasiado cautivamente más allá de lógicas universitarias. Por formación conozco, respeto, y tengo posición sobre los debates que la idea de crítica puede albergar, pero su enunciación como pretexto para la acción me parece más de un colegio secundario que de un grupo de relevancia intelectual. La idea de construirse desde la crítica, sin más, me lleva indetenida y fatalmente hacia atrás. 
Mi siguiente motivo de desaliento es la insistencia en la verosimilitud como variable política. A modo de una paradoja autofrustrante, se impugna el relato disputando su verosimilitud. ¿Acaso alguno de nosotros, cualquiera de los ciudadanos de nuestra patria, cree que el relato épico y la construcción del pasado que el gobierno dibuja para su zoológico interno de 150 militantes, es cierto? Todos sabemos que no lo es, tanto como sabemos que al momento de elegir, ese punto no aparece en primer plano. Es como cuando niños ya descubrimos la treta de nuestros padres sobre los reyes magos y tenemos, en nuestra inocente supremacía infantil, la condescendencia de no decírselo a nuestros papis. La lucha por la verosimilitud es una lucha de científicos, de profesores guardianes de la fidelidad entre las palabras y las cosas. Esa disputa esconde en realidad la discusión sobre el “legitimo” o “verdadero” izquierdismo. Una discusión más aburrida aún que su predecesora.

Desde donde veo las cosas, la idea de la relación entre el pensamiento y la acción política que termina reformando a las sociedades requiere hoy de nuevos puntos de apoyo, menos estáticos, más frágiles y menos ciertos que el que el concepto de crítica puede darnos. Es mucho más la obra de la esperanza y de la construcción de audiencias y de mundos que el desenmascaramiento de las mentiras ajenas. Es mucho más un juego, riguroso y poco serio a la vez, que un ejercicio trágico de descripción y develación. Es la búsqueda de una música risueña que traiga ecos constructores. El dialecto para esa construcción no merece agotarse en discusiones profesorales o en prestigios anteriores. Es una escritura distinta, con voces que hoy suenan más tenues y, tal vez a propósito, menos pretenciosas.