miércoles, 1 de agosto de 2012

Con V de Voludez


Ese animal político informe que es el kirchnerismo se empeña en hacernos creer que lo mejor – incluso lo más inteligente - es no tomarlo en serio. Casi todos los días y gracias a la particular manera de entender la publicidad de los actos de gobierno que tiene su líder, nos propone una manera superficial y empequeñecida de mirar lo que pasa entre nosotros.
Las cosas, por lo general, no son lo que parecen. O más bien no son sólo lo que parecen. Hace rato el kirchnerismo se ha convertido en su espejo barroco. Buscando superarse, fuerza el espanto y explora la falta de límites estéticos y políticos. Lo que podríamos pensar como el pasaje de un lenguaje épico a otro torpemente ligado al  espectáculo tiene, por cierto, otros componentes. Si por un lado muestra su aplastante frivolidad, a esta se le corresponde en sentido inverso una formidable capacidad de disciplinamiento social y un gran talento para gestionar el conflicto autoinflinjido.La gobernabilidad populista propuesta por el kirchnerismo en complicidad intelectual con el resto de los políticos profesionales argentinos es la contracara del sainete ridículo que propone cuando se trata de comunicar.

El costado desopilante del gobierno hace aparecer a los análisis juiciosos como un ejercicio de magnificación intelectual. Pareciera que es mejor no dialogar con sus estupideces y esperar al próximo papelón. Pero lo cierto es que los que producen hilaridad y vergüenza son los mismos que recortan las posibilidades de elección individual, amenazan por cadena nacional y se desentienden de acciones de torturas que suceden en comisarías de provincias que manejan desde hace 30 años. Por lo tanto, y más allá de considerar las extravagancias, los malos chistes y los excesos como una nota lamentable, cometeré el sociologismo de tomar al gobierno a partir de las consecuencias que propone y que nos son, lamentablemente, ineludibles.

La escena de esta semana se la lleva el Vatayón Militante, un grupo de personajes que pasea presos comunes por actos oficialistas y que encuentra en los argumentadores kirchneristas excusas nobles como la reinserción y la resocialización. Mirando en facebook el decálogo de la agrupación (acá) podemos dejarnos tentar por no considerarlo, por menospreciar la potencia de las palabras y quedarnos en el chiste sencillo. Ellos mismos alardean de la equívoca ortografía y la justifican porque con v corta también se escriben verga, vino, victoria y vagina. Esta hormonal definición no opaca otras, también interesantes. Dicen que son fieros en la ternura (lo habrán aprendido de Guevara) y que andan por ahí haciendo ruido al reproducirse, cómo alguna vez dijo el general. Se piensan a sí mismos, los del vatayón, desde la cultura nacional y popular. Y sin esperar que nosotros la definamos, lo hacen ellos. La cultura nacional popular es sucia, relegada, excluida y de base (?). El vatayón deja claro, para los desprevenidos de siempre, que es peronista y por añadidura kirchnerista.

Entonces, ¿Qué cosa obtura una mirada risueña sobre este vatayón? En las cárceles argentinas mueren más personas por actos de violencia que las que mueren por pena de muerte en los Estados Unidos. La situación de habitabilidad de las cárceles argentinas es subhumana, se mezclan presos de distinta calificación penal y se los hace convivir con la indignidad y la miseria. Frente a la completa y demostrada ineptitud del gobierno para hacer algo con el tema de la inseguridad, la respuesta es ampliar las cárceles, y si no hay presupuesto, acondicionamos containers como quería el inefable Felipe Solá cuando era kirchnerista, primera época.
Mientras tanto y lejos de la hojarasca banal del stand up cristinista, habrá presos que podrían y esperan hacerlo y que no saldrán cuando les corresponde, habrá visitas no autorizadas y habrá golpes y maltratos. La extensa parte conservadora de la sociedad argentina justificará lo peor de sus argumentos bajo la mirada atenta del hipotético progresismo del gobierno. Habrá también, como bien y rápido lo denunció la diputada María Luisa Storani, un bastardeo de instituciones nobles. Como respuesta, desde el poder hablarán de Clarín, de la dictadura, de los compañeros desaparecidos y de Eva Perón, pero todo lo otro seguirá pasando.

Queda claro el resultado de la voludez populista de Cristina Kirchner y su corte de aplaudidores y justificadores. Nos ofrece un empequeñecimiento de los debates y una sensación de aburrimiento que se parece mucho al vacío. Dice Félix de Azúa en su maravilloso Diccionario de las artes que el aburrimiento es un gran anunciador de cambios profundos. Habrá que hacer aparecer algo que llene la nada del aburrimiento kirchnerista. Hace un tiempito que parece que esto está por terminar, por el bien de todos, ayudemos creativamente a que eso suceda.