lunes, 17 de septiembre de 2012

Telones


El intento es el de descorrer el telón y asomarse un poco para ver qué hay del otro lado, aún sabiendo que analizar posibles escenarios políticos puede y suele tornarse un ejercicio tramposo. La plasticidad propia de la vida pública vuelve inaccesibles algunos contextos. Aumentando la complejidad, las formas de la contingencia actúan de modo tal que nada pueda darse por sobreentendido o interpretado de un modo finalista. Intentar hacerlo lleva el riesgo de la simplificación, pero tal vez valga la pena.

Elijo una descripción posible de la política argentina. Por un lado, el kirchnerismo se deforma cada día como un rostro de los cuadros de Francis Bacon, y por el otro la oposición se obstina en pendular entre la falta de autoestima y la torpeza. Un poco más acá, parte de la ciudadanía empieza a hacer el trabajo que la política no está demostrando poder hacer.

Desde la mirada del gobierno la reelección es una necesidad, material y simbólica, de los círculos íntimos de la presidente. A estos se les suma el grupo heterogéneo de quienes viven su segunda juvenilia con gusto de revancha personal y los jóvenes funcionarios que han encontrado su aleph político justificado por arengas emancipadoras, ruidos de resistencia y poder económico. Pese a sus poco inspirados argumentadores intelectuales, las posibilidades de reelección son casi nulas. Entre los votantes no kirchneristas de Cristina, la idea no convence y hasta es resistida en grupos bien cercanos al gobierno. Más allá de algunos grupos tan interesados como sectarios, la reelección no tiene ningún defensor de relevancia. Cuando el kirchnerismo sepa que no puede reelegir, se verá de seguro alguna de sus peores caras. No es posible ahora decir cómo procesaran y nos harán procesar a todos ese fracaso, pero podemos estar tranquilos que no nos lo evitarán.
La oposición, por su parte, maneja un menú de ineficacias lo suficientemente amplio como para no entusiasmar a nadie y aún no ha encontrado ni el tono, ni la sensibilidad ni la inteligencia para aprovechar las hermosas oportunidades que le otorga la descomposición cotidiana del kirchnerismo. No es capaz de implantar agenda, pero tampoco de responder a la agenda del gobierno, no tiene recambios generacionales frente a un oficialismo repleto de caras joviales y frescas y, como un punto nada menor, no logra hacer emerger un primus inter pares que pueda interpretar los deseos ciudadanos y transformarlos en esperanza social.

Bajo estas estrellas, el jueves pasado, mucha, mucha y variada gente, personas, hombres, mujeres, jóvenes, no tanto, viejitos, bien vestidos y mal vestidos, salieron a la calle a protestar porque no les gusta la manera de gobernar del kirchnerismo. Las consignas no eran claras, ni siquiera eran atractivas, pero las manifestaciones fueron sorprendentemente amplias, plurales y repartidas en todo el país. Ni analistas, ni políticos ni intelectuales pueden tomar a la ligera un acontecimiento como el del jueves ni pensar que no existe política, por el sólo hecho de no comprender del todo la convocatoria. Más allá de la negación brutal y mal educada que el propio gobierno hace, la oposición también debe anotar que algunos párrafos, no pocos, les fueron dedicados.

Las posibilidades escénicas de la política de futuro cercano se acortan aunque sea un poco. El kirchnerismo, imposibilitado de reelegir, tendrá que optar por una locura (no me imagino cuál), por desmontarse y trabajar en otra opción cuasiperonistas (en su ignorancia política han esmerilado y maltratado a Scioli hasta el punto de convertirlo, casi, en un opositor), o por exagerar la mueca emancipadora y el relato épico y presentarse solos a conseguir el escuálido número de votos que les permite la cacería dentro de sus propias alambradas.

El mazo de cartas de la política contiene estas realidades del oficialismo, las inconsistencias de la oposición y las manifestaciones populares del jueves pasado. Con todo esto hay que diseñar un juego nuevo, una repartija distinta y creativa.

Como decía mi abuela Lina, hay que hacer de la necesidad, virtud. En este caso, creo que una de las posibilidades políticamente más aventurada es la de plantear con seriedad una primaria abierta de toda la oposición, sin retaceos, bolillas negras ni tarjetas rojas. Esta posibilidad reúne muchas ventajas, y sobre todo, ayuda a disminuir el tamaño de las debilidades. En primer lugar muestra un pluralismo y una apertura que pueden ser símbolo exacto de la discusión frente al populismo beligerante del oficialismo. Por otro lado, en el caso –para nada descartable- de que algún partido o facción se niegue invocando límites, sobreideologizaciones, o consideraciones morales, tendrá que explicar porqué le niega al conjunto de la ciudadanía la capacidad de elegir. En este mismo camino, una primaria de este estilo permite rescatar algo de lo que anda suelto por ahí bajo la forma indefinida de los cacerolazos y las manifestaciones. Volver política una manifestación popular es darle a los manifestantes la posibilidad de elegir y tomar decisiones relevantes. En este caso, esa relevancia es la de componer los liderazgos hacia las próximas elecciones. El escenario presidencial de 2015 admite un experimento de esta naturaleza, pero más interesante aún seria comenzar en algunos distritos relevantes -la Ciudad de Buenos Aires, por ejemplo- en las legislativas de 2013. Esta opción puede ayudar a  evitar la pequeñez del sistema político que se tentará, una vez más, en usar las legislativas del 2013 como una oportunidad de “contarse las costillas” e imponer números rídiculos sobre situaciones políticas complejas para satisfacer la búsqueda de espacios institucionales que sólo preservan la vida de los mandarines partidarios.