lunes, 16 de agosto de 2010

Del miedo a gobernar al miedo al gobierno

Mezclar, mezclar y mezclar. Un buen amigo se preguntaba con razones sobre los [improbables] puntos de contactos anunciados en los diarios entre el cineasta Pino Solanas y la diputada Carrió. En afán de dar respuesta, me acordé del bueno de Benjamin Barber. Veamos qué sucede.

Gobernar requiere de templanzas, de capacidades de acuerdos y de reconocimiento. Es imposible gobernar sin otros y no parece posible ejercer el exclusivismo si uno quiere llevar adelante un gobierno razonable. Imaginemos por un solo instante que la persona que gobierna se cree moralmente superior a la media, sostiene que el resto del sistema político está repleto de pústulas y percibe catástrofes naturales o tecnológicas todo el tiempo. Extendamos nuestra imaginación hasta llevarla a un sitio donde quién ejerce el poder político es alguien que considera beneficioso para sí la crisis de cualquier otro. Ahora pensemos en la siguiente escena; nuestra presidente (otra) enseñándonos formación moral y cívica tras guiños de ojo y palabras cómplices. ¿Cómo nos sentiríamos como ciudadanos? ¿Cómo puede cualquiera de nosotros imaginarse que Pino Solanas gobierne?¿Cómo pensar en Carrió administrando?

Ambas figuras se han demostrado a sí mismos su capacidad de crítica y han extendido esa prueba a la sociedad. En el mismo camino, han demostrado también su incapacidad manifiesta para acordar. Ambos se han mantenido alejados del poder por convicción propia, por sus propias bondades y por lo que mejor utilizan a su favor, la capacidad de destruir. Y esa destrucción toma tonalidades conservadoras en ambos aún cuando lo hacen en sentidos diferentes. Uno, mientras señala los límites de su acción política anatemizando al bipartidismo y al mismo tiempo, se proclama heredero forzoso del primer peronismo por sus contenidos y sus formas. La otra, invocando republicanismo se ataja de la construcción colectiva tras cartas, denuncias y expedientes y judicializa la política hasta la exasperación. Ambos se autopostulan como necesarios, imprescindibles e impolutos y su presentación pública toma un color que parece imposible que exista lugar en el mundo para dos personalidades semejantes. Ambos toman las decisiones de la misma manera, aislados con sus séquitos y alejándose estratégicamente de cualquier posibilidad de discusión colectiva y participativa.

¿Será sólo eso?. ¿Está bien que extrememos la explicación psicologista? Creo que existe otra manera, más intensamente política, de apreciar este emparejamiento entre Solanas y Carrió. Tal vez el miedo a gobernar que muestran sea, en realidad, temor a la mirada de la sociedad sobre sus hipotéticos gobiernos. Tal vez lo que saben es que no pasarían ese examen complejo, incluso injusto, que realiza la ciudadanía temerosa sobre aquellos que le hacen daño. Quizás su miedo a gobernar no sea otro cosa que su temor reverencial a la mirada pública, una mirada que por su condición temerosa se hace fuerte e infunde, a su vez, miedo. Sobre todo en aquellos que son temerosos de Dios y adoradores del pasado. Si la construcción democrática argentina no está en condiciones de prescindir de Solanas y de Carrió al menos debería preocuparse en demostrar que necesita de otro tipos de liderazgo.

1 comentario:

C. dijo...

Sí, es bueno el análisis (psicologista o no, lo interesante de espacios como este es poder discurrir sin los recaudos que lógicamente exigen otros canales de expresión).

Lo curioso es que de alguna manera estaríamos de acuerdo con Hebe, aunque sospecho que no en los mismos términos ni por los mismo motivos:

http://www.perfil.com/contenidos/2009/07/01/noticia_0014.html

Claro, cómo no va a tener miedo de gobernar si ni siquiera se anima a ocupar por la fuerza una propiedad privada! "¿Cómo vas a agarrar una casa sino?" Qué boludo este Pino! Dónde quedaron sus sueños de juventud?