Entre las elecciones en la Argentina y en
España pasaron menos de treinta días. En España, el panorama político tras la
elección es muy duro para el PSOE, que perforó su piso electoral y tendrá que
trabajar para restaurar su posición frente a la ciudadanía. Pero de ningún
modo, el resultado de la elección puede ser visto como algo escandaloso o
terriblemente trágico.
En Argentina, el oficialismo sacó una diferencia de 40
puntos a la oposición, quedó consagrado como una suerte de partido único con
legitimación popular y las fuerzas opositoras, divididas y desperfiladas no
alcanzaron, ni aún sumadas, acercarse a los votos del Kirchnerismo.
Frente a estos escenarios, desde el 20 de Noviembre
-día de las elecciones españolas- hasta hoy, una docena de notas de opinión
giran alrededor del PSOE, dando cuenta de la necesidad de reformas, proponiendo
alternativas, imaginando posibilidades. Las escriben dirigentes del partido,
pero también catedráticos independientes, periodistas, poetas y escritores.
Existe el gusto y la necesidad por discutir la democracia, y se sabe que la
vida de los partidos es cosa importante. La democracia tiene, en el debate
público, presencia, ideas y palabras. En estos últimos días, un grupo del
partido lanzó una interesante plataforma en la web, http://www.muchopsoeporhacer.com/
en la que se puede colaborar a pensar y discutir.
En Argentina, en cambio, se escribe mucho a
favor y en contra del kirchnerismo, pero el papel de oposición, salvo en los
casos que genera una noticia-por lo general impolítica o escandalosa- no es
objeto de reflexión seria. En estos tiempos, con la perspectiva de un gobierno
dotado de la legitimidad suficiente como para llevar adelante sus intenciones
por la uniformidad, valdría la pena pensar e involucrarse más –aún ante la
falta de incentivos- en la vida de los partidos de oposición.
En una serie de deliciosas notas escritas por
Nicolás Wiñazki en Clarin, los lectores nos fuimos enterando de la forma en que
iban a dirimir sus cuestiones en la UCR. Un partido que había quedado tercero
en la elección, que venía de una fuerte conmoción derivada de la lógica de
alianzas y que había visto diezmada su representación institucional en forma importante.
En la convención partidaria, unos señores ya mayores, cercanos más al retiro
que a la lucha y la ambición, se pecharon como en el barrio, se amagaron
bravuconadas y todo terminó con el vuelo rasante de tortas de ricota. No parece
una actitud a la altura del problema.
Pensemos un poco en el radicalismo, alejándonos
de la urgencia. La Unión Cívica Radical plantea un caso sumamente complejo. El
radicalismo –en lo que podría considerarse una rareza politológica inquietante-
ha marcado que su destino sea el de una suerte de abandono de la
representación. El partido radical parece haber elegido abandonar a los
ciudadanos que veían en él un espacio de alternativa de poder, de reserva de
ideas, de acciones y de legado. Con una obstinación innegable pero absurda
desperdició una segunda oportunidad que la sociedad le otorgó sin casi haber
hecho nada para merecerla. Distintas circunstancias hicieron que el afecto
ciudadano sobre el radicalismo reviviera tras años de indiferencia. Por varios
motivos, que encuentran claramente su punto más fuerte en la muerte de Raúl
Alfonsín, pero también en el hartazgo frente a las lógicas confrontativas
permanentes del gobierno, las personas volvieron a mirar lo que hacía la UCR y
esta, sin saber qué hacer, no supo responder.
Algo así como la profundización
del abandono como patología. Y esto es un problema, porque como entendemos con
el caso español actuando como espejo, los problemas de un partido de
representación popular, con extensión territorial y con capacidad de intervención
en el debate público, son los problemas de la democracia. Y nuestra democracia
es peor desde que el radicalismo decidió abandonar la representación popular
que consiguió históricamente. Hay un claro empequeñecimiento de la democracia
que acompaña la dilución afectiva del vínculo entre la sociedad y el
radicalismo.
La democracia argentina no logra resolver el
problema planteado por el abandono del radicalismo y es por eso que una y otra
vez, la pregunta sobre el radicalismo vuelve, se re-presenta. Emerge de una
manera bastante dolorosa.
La última versión de este problema es el
supuesto giro a la derecha que supuso el acuerdo que Ricardo Alfonsín decidió
articular con Francisco de Narváez para las elecciones del 24 de octubre. Más
allá de los errores conceptuales escandalosos que sostuvieron esa decisión, la
polémica tardó en llegar hasta que se contaron los votos. La UCR no tuvo el
nervio democrático necesario para plantearse problemáticamente el hecho
importantísimo de romper con una alianza anterior con fuerzas afines (que
además había resultado bastante exitosa) y cerrar un acuerdo con una fracción
del peronismo tan amorfa e incomprobable como conservadora. Más de 40 diputados
nacionales, varios senadores, intendentes, concejales y dirigentes importantes
no constituyeron el espacio crítico necesario para siquiera poner en discusión
la alianza con el empresario.
Una vez comprobado el resultado de la torpeza
intelectual que cobijó el acuerdo, empezó a hacerse en público lo que hasta el
día anterior era corrillo en toda casa de dirigente o militante radical. El
tema era, una y otra vez, el giro a la derecha.
Aquí es necesario detenerse un poco y mirar las
decisiones del radicalismo en los últimos años. En el año 2007, es decir en las
elecciones presidenciales inmediatamente anteriores, el radicalismo se dividió
para apoyar a dos candidatos peronistas: Kirchner y Lavagna. En ese camino,
dotó de legitimidad al modelo aportando nada menos que el vicepresidente. Es
cierto que todo terminó mal, pero había empezado peor. Además, y el dato no es
menor, el mismo personaje, tras el voto no positivo en la 125, se constituyó
para los desorientados radicales en un actor de relevancia que suscitaba -sin
mediar ningún tipo de justificación analítica o práctica- una esperanza. Podría
decirse, sin asumir el riesgo de equivocarse demasiado, que las últimas
opciones que tomó el radicalismo han estado marcadas por una condición
desopilante, que parece más un escrito de ficción que un análisis político o un
ensayo de interpretación.
Aún queda por discutir una cuestión de mayor
relieve. Si el tema instalado en la discusión fuera el del giro a la derecha y
la condición perdida de cierto progresismo radical, hay cosas para decir. La
condición socialdemócrata y progresista del radicalismo es, ciertamente, una
construcción mítica, un relato que se basa en la impronta temporal que la
figura de Raúl Alfonsín y el destino histórico supo darle. Es cierto que la
historia del radicalismo tiene marcas claramente progresistas, pero son eso, son
marcas, profundas y destacables, pero nunca lo suficientemente potentes y
duraderas como para conformar un ideario claro e ideológicamente definido.
Partido aluvional, de captación policlasista y sin demasiados antecedentes
intelectuales que le dieran fundamento ideológico, el radicalismo nació como un
gran partido de base popular, pero no es posible pensarlo como un partido de
izquierda o, al menos, progresista. Está claro que esta dimensión progresista
es una persistencia, pero tiene más la forma de un deseo y de un trabajo que de
una realidad indudable.
Esta discusión se da en un marco interesante.
Tengo la sensación que una buena parte de los mejores hombres y mujeres que
tiene la política argentina están hoy dentro de las estructuras del
radicalismo. Hay una gran cantidad de personas con formación, con vocación
pública, con ambiciones interesantes y proyectos imaginativos, pero si la
estructura partidaria del radicalismo se obstina en mantener la actual
presentación pública ninguna de estas potencialidades estará en condiciones de
elevar la voz.
El radicalismo se encuentra en estos días, a
los ojos de cualquier analista, atravesado por dos lógicas contrapuestas. Una
de ellas es la que lo acerca a ser parte de un espacio de centroderecha,
dotando al liderazgo creciente de Mauricio Macri de la extensión territorial,
la capacidad institucional y los cuadros que el Jefe de Gobierno no tiene. Hasta
dónde llegará la lógica conservadora de la UCR es una incógnita, pero la Ciudad
de Buenos Aires puede ser un buen punto de mira.
¿Pero querrán acaso los jóvenes y no tanto que
piensan en el radicalismo desde una dimensión más progresista inscribir sus
biografías en ese itinerario político?
Otra opción, la recreación reformista, no está
vedada ni epistemológica ni políticamente al radicalismo, pero tampoco está
asegurada. Puede pasar, pero también puede no pasar. Una narrativa distinta,
atenta a lo que sucede en la Argentina y en el mundo, moderna, imaginativa y
creadora es posible siempre que se comprenda que no puede llevarse adelante con
estos intérpretes cumpliendo roles estelares. Si los intérpretes del discurso de
la UCR son los mismos de siempre, o peor aún, los mismos de antes, nadie podrá permitirse
pensar en una reforma. No es posible que alguien vea un cambio en algo que
permanece siempre igual. Si no emergen nuevas voces diciendo cosas nuevas y a los
que escuchamos son a Morales, Moreau, Storani, Rozas, Alfonsín y demás, el destino
del radicalismo es la desaparición. Y una desaparición con feo gusto, una desaparición
por indiferencia. A ningún ciudadano bien nacido de este país le importará más
lo que diga o haga el radicalismo.
Otro camino es el de realzar voces que
lentamente pinten un temperamento diferente. Que se presenten a la sociedad
como algo nuevo, imaginativo, con capacidad creadora y, a la vez, querible y
confiable. Voces que prefieran hablar en otro dialecto, acercar a personas
distintas y diversas que no expulsen sino que atraigan los deseos de discusión
y debate. Es posible que de ese modo el radicalismo reviva algunos de los
símbolos que lo han hecho, por mucho tiempo, una opción para la ciudadanía. Las
posibilidades están, aún cuando los datos no permiten demasiado optimismo.
La falta de optimismo remite, sencillamente, a
que los propietarios de las parcelas del partido y su manejo de las estructuras
y de la cada vez más esmirriada dotación institucional conspiran fuertemente para
el resurgimiento potente del radicalismo. Los administradores económicos
impiden la emergencia de la política. Y de no haber ningún cambio, la pregunta
a formularse será ¿Cuánto dura el símbolo?
En el marco de la política argentina de estos
días, con un gobierno que tiene una vocación muy firme por la unanimidad, la
actitud de reforma del radicalismo es imprescindible. Sería prudente comprender
que sólo el peronismo –gracias a su enorme capacidad adaptativa- puede
articular el gobierno desde una única fuerza política. La oposición reformista
debe buscar su perfil –ese que reconoce las familias liberales y republicanas- y
dejar al nacional-populismo hacer sus propias alianzas de gobernabilidad. Si
algo distinguiría la actitud del radicalismo de hoy es el alejamiento de la
endogamia y el reconocimiento de la necesidad de articular una fuerza política
con otros que piensan, en los trazos gruesos, parecido o igual. La generación
de una opción política frente a la uniformidad que propone el kirchnerismo es
un deber de la esperanza política argentina.
9 comentarios:
Gabriel:
Coincido con tu mirada acerca de la situación actual del radicalismo. Aunque quizás sería oportuno que los otros partidos democráticos y reformistas (liberales, republicanos, socialdemócratas) también tomaran nota de tus recomendaciones finales. Me refiero puntualmente a replantearse la eficacia de formar coaliciones con algunas fuerzas que integran el FAP, o a ciertos candidatos que la CC eligió llevar en sus listas.
Desde mi lugar de "ciudadano raso" que busca constantemente ser interpelado por los espacios políticos a los que hacés referencia (sin éxito), me parece que ciertas distancias que se mantienen desde el 2001 contribuyen a que la conversación se quede encerrada en las internas partidarias y nunca nos alcance a los que ponemos el voto. A nosotros no nos habla nadie.
(Decidí afiliarme al radicalismo, casi impulsivamente, después de la última elección -aunque no para ser militante-. De a poco voy entendiendo y pensando porqué lo sentí así y notas como esta de verdad ayudan a la tarea.)
Abrazo
No puedo más que suscribir prácticamente en todo lo vertido en este post. Empezando por la rareza politológica que constituye el radicalismo en sí y lo difícil que se hace poder estudiarlo como partido y ubicarlo ideológicamente. Pero esto no es nuevo. En 1909, Pedro Molina le escribe una carta a Yrigoyen luego de renunciar al partido. Describe las debilidades doctrinarias más o menos así:
“Somos individualistas y socialistas, federalistas y unitarios, liberales y conservadores, creyentes y descreídos, religiosos y ateos, ¿qué vínculo nos une entonces?”. En fin, una verdadera singuralidad y extrañeza desde sus inicios.
Tal como decís, la socialdemocracia y el progresismo solo fueron marcas. Para resumirlo, huellas como producto de una adecuación del partido en la década del 80 con el objetivo de modernizarlo y ajustarlo al contexto emergente y a la salida del autoritarismo. De ahí la necesidad de redefinir la democracia con un contenido social muchísimo más fuerte. Y ahí entra precisamente lo que vos señalás: la impronta temporal de Raúl Alfonsín y el destino que supo darle. Pero el radicalismo nace como un partido de base liberal popular, heredero del liberalismo y del Krausismo. Conceptos que pocos, dentro del radicalismo, están dispuestos a revivir. Por el contrario, existe una cierta negación a levantar las banderas liberales, por el simple hecho de que hoy se ha impuesto como mala palabra sin siquiera conocer la profundidad y el alcance del mismo. La inmensa mayoría insiste con el progresismo y la izquierda para etiquetar al Radicalismo. Error. No es ni uno ni lo otro. Una real pérdida de tiempo es insistir con el progresismo. Un término tan ambiguo que da tanto para el jamón cocido como para el crudo. Aunque no necesariamente todo progresismo es un progresismo inútil como el argentino, claro está. Pero eso sería parte de otra discusión.
Yo apuesto por la vía de lo nuevo e imaginativo, retomando aquellos principios (liberalismo, Krausismo, federalismo) bajo los cuales nació este partido y fue nutriéndose a lo largo de toda su trayectoria política.
Impecable esta entrada, Gabriel.
Saludos.
Nunca mejor esta entrada para incorporar pequeñas dosis de optimismo para seguir sintiendo que es posible construir (y formar parte de esa construcción) de un destino diferente para un partido como el radicalismo... Me quedé con pocas palabras que encima Federico y María supieron completar en sus comentarios a la nota... No seré original (solo tomaré una de María) IMPECABLE... Ya lo estoy haciendo circular...
Una vez más, interesante post, Gaby. La UCR es una extrañeza que amerita unas cuantas preguntas. Preguntas que también le cabrían a otras fuerzas políticas. Pero que la UCR, por su historia, es una de las pocas que podría llegar a estar interesada en hacérselas e intentar responderlas si aspira alguna vez a volver a ser una opción de mayorías. Lugar que abandonó hace ya largos 20 años. La primera, obvia, es qué es la UCR. Es interesante tu planteo en este punto en torno al supuesto progresismo y pertenencia a la socialdemocracia. ¿Es eso la UCR? Montón de gente que se siente identificada en ese sentido con el partido, ¿Están anclados en la realidad o, como decís, en una fantasía de un momento histórico y nada más?. De hecho, el partido y su dirigencia hace años que parecen no poder contener a quienes avanzan en pos de esa idea. ¿Es una suma de dirigentes conservadores? Tampoco podría caber esta etiqueta sin más.
En cualquier caso, esa extrañeza atraviesa también al peronismo, sólo que resuelve el problema con pragmatismo porque tiene más baja la barrera del pudor y la puede saltar con más facilidad. Se le exige menos en cuanto al cumplimiento de ciertas ideas. Y quizás, como ya lo charlamos alguna vez, uno de los problemas de la UCR radique en que hace varios años en que contradice su propio himno y se dobla mucho más de lo que se rompe. Abrís un buen debate y con un gran post. Abrazo
Gabriel,
Es imposible no coincidir con tu post y ponerse a pensar en la increible trayectoria del Radicalismo.
El Radicalismo deberia aceptar y procesar "el dolor de ya no ser". Tal vez el punto mas dificil de superar, y que delinea de antemano todos sus fracasos, conciste en abandonar la idea de que son la "alternancia natural". Esto ha dejado de ser cierto.
Si bien conserva un desliegue territorial importante, este es mas parecido a la vieja red de estaciones YPF que a una maquina aceitada de contacto cara a cara con los “huerfanos” de representacion.
En sucesivas elecciones la sociedad le ha dicho al Radicalismo, a los gritos, que no le debe nada. Que, post 2001, la historia del partido, sus figuras y sus mitos no dan handicap.
Si no aparece una camada de dirigentes que esten dispuestos a llevarse puesta a la dirigencia actual, el Radicalismo seguira girando en el vacio con la unica esperaza de alquilarle su aparato a alguien, aunque esto haya mostrado su ineficacia en la ultima eleccion.
Saludos
Coronel
Gabriel Palumbo disiento en mucho puntos con tu analisis pero solo quiero referirme al acuerdo Alfonsin-Narvaez que calificas de fusion ideologica. Yo como muchos correligionarios tenemos identidad ideologica y sabemos de nuestros valores partidarios y lo defendemos a pesar de la angurria de muchos dirigentes. Los radicales definidos no tenemos problemas de acordar estrategias electorales en pos de mejorar la calidad institucional del pais. Cuando EEUU e inglaterra se aliaron a Rusia no renunciarion a sus principios sociales ni ideologias, solo fue una estrategia de guerra para derrotar el mal mayor.
La estrategia frascasó por otros motivos, uno de ellos el egoismo de los radicales desplazados de Prov de BA y su doble standard en el armado de las listas, solo ellos se sienten autorizados a desplazar. Los tiempos cortos apremiaron a Alfonsin a tomar un paso sin preconsenso. Lo de ideologico fue un batalla publicitaria de los opsitores al candidato radical, adentro y afuera y solo beneficio al gobierno
el radicalismo tiene que actuar en semejanza con el oficialismo... ¿o pretenden, de ser gobierno alguna vez, echar todo abajo y recomenzar otro plan?? así nos fue por esas cosas.... hay que civilizarse amigos...
Mi primer comentario se vincula a la indiscutida calidad del articulo. Creo que la historia es tan reciente, que deberia considerar algunos acontecimientos que sucedieron, que no se los evalua en el articulo pero que tuvieron una fuerte incidencia en el resultado del proceso de degradacion de la UCR.El mas importante fue el destrato de las fuerzas "afines" al partido,que empujaron a alternativas no deseadas.Otro tema es igualar a varios dirigentes, no creo que Alfonsin, candidato oficial de la UCR,quien puso todo de si, sea igual a otros que ni siquiera acompañaron, esto, en el mejor de los casos, ya que hubo claras claudicaciones de dirigentes de distintos sectores territoriales.Por ultimo el internismo que consume a la militancia, por la puja de representacion de valores que el resto de la sociedad ignora.Creo que el documento en cuestion, sera, dentro de unos años, cuando lo reciente sean detalles que se van olvidando, un testimonio valioso de analisis y propuestas.
Hola Gabriel, muy interesante tu artículo. Me siento idenfitificado con muchas de las características de ese nuevo radicalismo que hace falta, puesto que participo de la UCR en mi ciudad. Te cuento mi caso, UDESO no nos permitió a mi ni a un grupo de radicales conformar una lista para las internas.
Es por esa razón que me identifico con tus palabras cuando decís que ciertos grupos no somos escuchados en el partido. De todos modos tengo la esperanza y creo que las cosas van a cambiar, porque el país lo necesita. Y cuando un país necesita diálogo y democracia, tarde o temprano terminan apareciendo. Un abrazo.
Silvio Vitarella
silviovitarella@yahoo.com.ar
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