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En tiempos electorales,
de cierres de listas e intentos de conformación de liderazgos es difícil
sorprender al lector. La política se hace previsible, se desnuda en la búsqueda
del poder y el trazo grueso domina la escena mostrando menos de lo que oculta.
Para el escritor
político, la sospecha del aburrimiento y la obviedad se impone con demasiada
fuerza. “Cuando dudes, pon un hombre cruzando una puerta con un revolver en la
mano”, sugería Raymond Chandler para estos casos. Mi hombre con un revolver es proyectar
una de escenarios.
La política
argentina ofrece pocos datos duros. Uno de los más persistentes es su
resistencia a la novedad. El escenario para las próximas primarias de agosto es
una muestra más de esa resistencia pero, a diferencia de otros momentos electorales
menos atractivos, ofrece algunas particularidades interesantes. Lo mejor es
enemigo de lo bueno, tratemos entonces de analizar un poco este sendero que va
entre la novedad y la particularidad.
La nota
“novedosa” de esta elección es Sergio Massa. El intendente de Tigre tiene
apenas un poco más de 40 años, pero podría tener 63 y nadie advertiría la
diferencia. Cuando expone sus ideas se disipan todas las dudas. Su curiosidad
intelectual es tan elemental como la de la mayoría de los dirigentes políticos
y su compromiso con alguna posición que permita ver qué tipo de sociedad desea
es prácticamente inaudible. Definitivamente, la novedad no nos regala nada
nuevo.
Lo particular de
esta elección es que algunas fuerzas políticas hicieron lo que la racionalidad
política indicaba mientras que otros, le tomo la frase a Gustavo Noriega,
eligieron pegarse un tiro en el pie.
Más allá de la
estima que tengamos hacia la categoría, las fuerzas que se ven a sí mismas como
“progresistas” se condujeron siguiendo un guion aceptable. Luego de varios
intentos por tensionar esa lógica hacia distintos tipos de conservadurismo,
decidieron actuar en conjunto y presentarse a la ciudadanía como una opción. En
un mismo movimiento, la UCR, el socialismo, lo que queda de la Coalición Cívica
liderada por Carrió, el GEN y fuerzas más cercanas al populismo tradicional
como Libres del Sur y Proyecto Sur armaron una coalición electoral competitiva
y razonablemente coherente y dejaron fuera de ese mosaico a personajes y
agrupaciones menos flexibles o más preocupadas por destinos personales.
Con matices
marcados, con diferencias fuertes en cada distrito, este acuerdo se parece
bastante a su propia narración, y eso sólo ya merece cierto destaque. Por una
vez, hicieron lo que tenían que hacer. El resultado está regado de cuestiones
que sus propios integrantes no pueden controlar, pero no se puede alegar
torpeza, insisto, en el marco de su propia imaginación política.
Lo mejor que
ofrece este frente aparece en la Ciudad de Buenos Aires donde la interpretación
de las PASO permite una competencia interesante y virtuosa que devuelve
capacidad de elección a la ciudadanía. Los votantes porteños podrán mejorar la
oferta electoral del frente, corregir lo que crean conveniente y darle a esa
lista un mayor vigor a partir de agosto y camino a octubre.
Lamentablemente,
la virtud de las primarias se pierde en otros distritos relevantes, pero aún
sin este condimento, las listas en otros distritos importantes guardan
coherencia interna y no aparecen como un salto al vacío. Tal vez el desafío más fuerte que tiene este frente es
el de la institucionalización. Nadie puede asegurar con certeza que los
resultados de agosto no dañen el armazón original de la coalición, pero si bien
eso es cierto, al menos la ciudadanía contará con una herramienta política
mejorada por su propia intervención.
Más
desconcertante es lo de PRO. El otro costado de la oposición al kirchnerismo
tomó una serie de decisiones difíciles de entender. La más fuerte es la
impericia con la que manejó la articulación política en la provincia de Buenos
Aires. La decisión de no participar con claridad de la elección en el distrito
más relevante de la argentina es inentendible, sobre todo si se tienen
ambiciones presidenciales. Peor aún, una serie de equívocos públicos
tragicómicos llevan a que nadie sepa si el PRO está dentro del massismo, si el
PRO es opositor al massismo o si esta es una diferencia irrelevante.
En superficie,
aflora la tensión entre las estrategias personales de Macri y las de un partido
político con ambiciones nacionales y necesidades electorales concretas.
Evidentemente, aún las primeras son las más potentes y se sobreimprimen a la
necesidad de crecimiento y dinamismo de un partido nuevo y con responsabilidades
de gobierno como el PRO. Evidentemente, alguien sugirió y muchos le creyeron,
que participar o no de las elecciones en el territorio que reúne el 38% del
electorado no conmueve las intenciones presidenciales de Mauricio Macri.
El cuadro
empeora cuando se mira la oferta en la Ciudad de Buenos Aires por un lado y la
aparición de una opción prolija del peronismo en la propia provincia de Buenos
Aires. Con Michetti errática y difusa en los medios y desangelada en relación
con elecciones anteriores, con un primer candidato a diputado con fuerte
presencia social pero con una clara dificultad de politización, el PRO, sin
Macri jugando electoralmente, se recuesta sobre inauguraciones y gestión
apurada antes de las primarias. En octubre competirá contra una lista de
diputados del Frente Progresista Cívico y Social reforzada por la participación
casi en exclusivo en las PASO.
Las elecciones
de este año preparan la sucesión presidencial. Terminado el ciclo del
kirchnerismo, la sucesión está abierta y el comportamiento de las diferentes opciones
políticas en estas elecciones de medio término no es un
dato menor.
El PRO puede
convertirse en una rareza de esas que son típicas en la política argentina. Un
caso único de desperdicio de oportunidades políticas. De qué otro modo podría
pensarse que teniendo por casi diez años el monopolio casi exclusivo de la
condición opositora termine sin poder competir o haciéndolo en condiciones de
inferioridad?
Por el lado del
FPCyS, la oferta para el 2015 es heterogénea. Binner querrá revalidar su
condición de líder regional, lo mismo que Cobos si triunfa en Mendoza. Las
ambiciones de Sanz están allí, intactas desde su despacho en el Senado y si
este año llega al recinto Rodolfo Terragno, difícilmente no se tiente con una
última oportunidad.
Para los que
creemos que el problema de la política argentina es el peronismo, cómo ganarle
una elección y cómo gobernar bien, estos datos no son menores. Sociológica y
concretamente derrotadas las ambiciones de novedad, la aspiración se reduce a
hacer las cosas bien y a no espantar a la ciudadanía con propuestas ilegibles.
Es poco, pero es
mucho más que pensar en la eternidad de las incompetencias del proyecto kirchnerista.
A diferencia del populismo, que es una oferta cerrada, provinciana y a su modo
perfecta, una experiencia democrática se puede mejorar. En un escenario como el
actual, una primaria presidencial de toda la oposición no peronista ayudaría
bastante.
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