lunes, 23 de agosto de 2010

Sueños de Libertad, el futuro de Cuba

Este artículo, reseña del libro de Claudia Hilb, salió originalmente publicado por CADAL y por el semanario TalCual de Venezuela

La lectura, los recuerdos y el arte ayudan a nuestra mente en la construcción de sensaciones. Al leer el contundente ensayo de la Profesora Claudia Hilb, Silencio Cuba, las imágenes provenientes de la lectura se mezclaron para mí con el recuerdo del entrañable Profesor Antonio Armas, cubano él, que nos contó de sus dificultades para salir de la isla para nuestro coloquio de filosofía de febrero, en Texas. Los trazos directos del libro me parecieron muchas veces epígrafes dolorosos para los retratos que del espanto soviético en Checoslavaquia recuperó la cámara de Josef Koudelka.

Silencio Cuba, la izquierda democrática frente al régimen de la revolución cubana, es un libro de imágenes fuertes y de argumentaciones inapelables. En el transcurrir de sus tres capítulos y de su epílogo, el libro de Hilb traza un itinerario histórico de la revolución cubana y de sus defecciones al tiempo que enmarca las acciones políticas de Castro dentro de su exclusivo marco de legitimación. Las justificaciones del régimen cubano sobre sus políticas restrictivas de las libertades y sobre el notable retroceso en términos de políticas sociales remiten a un solo enunciado axiomático definido en la reconocida cifra, “Dentro de la revolución todo, fuera de la revolución, nada”.

Hilb trabaja sobre un soporte teórico doble. En primera instancia, tal vez la más potente, revisa con exhaustividad la relación teórico-práctica existente entre la proclamación inicial del régimen sobre el igualitarismo radical y el correlato casi funcional hacia la concentración del poder. De herencia Lefortiana, este postulado teórico explica en la pluma de la autora la intima relación entre los principios igualitaristas de la revolución –principal motivo de adhesión dentro y fuera de la isla- y su tendencia irreductible hacia la concreción totalitaria en la figura del líder de la revolución, el comandante Fidel Castro. En el mismo sentido intentará explicar, bajo el influjo de lo que Lefort llamó la fuerza de la ilusión, la indulgente narración que hace la izquierda latinoamericana del caso cubano.

La otra dimensión teórica que utiliza Claudia Hilb, es concurrente con la anterior y tiene que ver con la utilización del miedo como estrategia principal de dominación política por parte de la revolución. Así, dos elementos sensibles a la filosofía política actual, totalitarismo y miedo, se unen en la explicación del fenómeno cubano e intentan expresar, con un lenguaje nuevo una vieja pregunta, ¿pueden pensarse procesos de radicalización política que dejen fuera el ejercicio totalitario del poder?

Las páginas del libro operacionalizan, bajo la forma de la historización meticulosa de la revolución, las preguntas de temperamento teórico que se hace y pronuncia en voz alta la profesora Hilb. En el primer capítulo se narran los principios de la revolución con toda su carga de novedad y con su impronta radicalmente igualitarista y el inicio del proceso de concentración del poder. Dejo la sorpresa para el lector, pero anticipo que en el testimonio de actores relevantes y de episodios históricos documentados, el libro describe el pasaje entre la hipótesis de creación colectiva del poder hasta su limitación en una única persona con una franqueza analítica y del relato realmente sugerente.

En el capítulo dos, el tema central es el proceso de movilización más o menos compulsiva que el régimen de Castro impuso como ejercicio de legitimación y autorización. En este proceso, la movilización fue tomando nuevas fórmulas institucionales que se fueron degradando cada vez más en tanto demostraban su fracaso y su ineficacia. Los procesos de estigmatización social que se generaron en este transcurso temporal son los que habilitan la reflexión, en el próximo capítulo, sobre el miedo como principio de acción política de la revolución cubana. En este apartado, Hilb propone pensar a la concentración del poder como una suerte de lógica interna del proceso revolucionario tal y como fue planteado. Aquí, la autora vuelve a recuperar a Lefort cuando en su estudio sobre el totalitarismo soviético advierte sobre el componente peligroso que supone la superposición entre poder político y Ley. Hilb señala con justeza que el mismo proceso se da en Cuba y que esa superposición desnuda tanto la falta de un componente democrático moderno y republicano como la presencia de su reverso, la aplicación de un régimen totalitario.

Debo confesar que en tanto lector, me faltó un capítulo más con definiciones y argumentos sobre la izquierda democrática, pero puedo esperar.

Le haríamos un escaso favor al libro si sólo lo tomáramos como una obra genérica. El de Claudia Hilb es un libro, en alguna medida, de otros tiempos. Al leerlo, me vino a la memoria el artículo, que nadie quiso publicar hasta que Victoria Ocampo lo hizo en Sur, que Octavio Paz escribió en 1951 denunciando los campos de concentración en la Unión Soviética. Silencio, Cuba es un libro situado intelectual y políticamente en el lugar de cierta incomodidad y reclama, por esa osadía infrecuente, una atención especial. Es un libro fuera de este tiempo porque es un libro que necesita de la lectura, pero más necesita de la discusión. De allí su condición extranjera en estas épocas.

Claudia Hilb es profesora e investigadora, no trabaja ejerciendo el izquierdismo y por eso piensa renovadamente cómo encontrar los signos que permitan encontrar una nueva agenda para la izquierda democrática. Pensar la relación entre el decir de la izquierda y el régimen cubano es importante tanto como lo es una serie de conversaciones que figuran en el entretexto del libro. La relación entre la tradición de la izquierda y otras familias teóricas como el liberalismo o el comunitarismo dará los cruces, las mixturas, desde donde saldrá lo mejor de una reflexión tan necesaria como ausente.

Para terminar, no escuché ni leí a nadie decir que lo que Claudia Hilb expone en su libro no fuera cierto. No escuché ni leí planteos alrededor de la equivocación de sus postulados o de sus argumentos, pero sí escuché decir, a gentes que dicen ser de izquierda, eso no se dice. Y es una razón más para leer Silencio, Cuba.


6 comentarios:

David dijo...

De lo que los lunáticos de las minusválidas izquierdas latinoamericanas prefieren desentenderse, es que Cuba fué hacia 1960 el modelo a seguir, el ideal político para el continente, lo que todos los bienpensantes deseaban para sus naciones, reducido hoy a una decolorida estampa de época que las nuevas generaciones de cubanos rechazan y a la que nadie mas desea parecerse. Salvo unos pocos románticos rezagados.

Laura dijo...

epa, David...Hay una larga tradición de pensamiento de izquierda muy crítica de la concentración del poder y la burocratización, crítica del estalinismo, el PC en la guerra civil española y las invasiones en europa del Este, Cuba, Nicaragua y etcétera. No hay crítica no decible desde esa posición, y cuando hablo de izquierda digo alternativas al capitalismo y autogobierno, no grados de ubicacion respecto del eje terrestre o de algun gobierno que se autoproclame como tal sin poder demostrarlo ni fundamentarlo. El otro día leyendo, a propósito, sobre las diferentes corrientes dentro del pragmatismo (y las críticas a Rorty dentro del pragamtismo) leía como a Dewey los comunistas de estados unidos le gritaban "fascista" por sus conclusiones en la investigación de los juicios de Moscú, a favor de Trotsky.
El libro lo tengo en la lista de pendientes, capaz en las vacaciones o cuando, finalmente, los días duren 72hs.

Gabriel Palumbo dijo...

Laura, es cierto lo que decís, pero tal vez esas tradiciones que mencionás son más fáciles de encontrar en otros lugares. Citas a Dewey y a Rorty y claramente la tradición pragmatista y sobre tod la crítica a la izquierda cultural rortyana nos ha enseñado mucho de eso. Pero en Argentina eso no sucede tan a menudo, fijate que hasta se organizó una suerte de desagravio por la aparición del libro de Claudia. En Argentina el pensamiento atrasa y no hay nada más conservador que la izquierda.

Laura dijo...

No me enteré de lo del desagravio, pero no me sorprende, igual acá las razones por las que las agrupaciones se llaman de izquierda son bastante antojadizas y misteriosas. Tampoco podría defender a ninguna, si no, no estaría acá (jaja) Sí, sí, atrasa, en todo, hasta en los chismes y es consignero y poco reflexivo. Igual en otros lugares de Latinoamérica me parece se dan procesos más interesantes, o eso me pareció, Yo tendría cuidado en hablar de "los lunáticos de las minusválidas izquierdas latinoamericanas" y por supuesto que rescato la tradición pragmatista (y, repito, por eso ando por acá) tambén rescato los movimientos sociales en estos ultimos diez años, particularmente en Bolivia (muchos muy críticos de Evo)

Laura dijo...

No me enteré de lo del desagravio, pero no me sorprende, igual acá las razones por las que las agrupaciones se llaman de izquierda son bastante antojadizas y misteriosas. Tampoco podría defender a ninguna, si no, no estaría acá (jaja) Sí, sí, atrasa, en todo, hasta en los chismes y es consignero y poco reflexivo. Igual en otros lugares de Latinoamérica me parece se dan procesos más interesantes, o eso me pareció, Yo tendría cuidado en hablar de "los lunáticos de las minusválidas izquierdas latinoamericanas" y por supuesto que rescato la tradición pragmatista (y, repito, por eso ando por acá) tambén rescato los movimientos sociales en estos ultimos diez años, particularmente en Bolivia (muchos muy críticos de Evo)

Laura dijo...

que problema, se me cortaba la conexión a cada rato mientras escribia, no se que quedará