El 8 de Julio del año pasado escribí una nota en QUILT acerca de las morosidades del macrismo sobre la reforma política en la Ciudad. Desde allí hasta ahora, el macrismo se ha mostrado como una fuerza política de una vigorosa aunque discutible coherencia. Más allá de la novedad de la mención por parte del Jefe de Gobierno acerca de la reforma política en el siempre escueto mensaje de apertura de sesiones legislativas, el desprecio genérico hacia cualquier cuota de respeto sobre las decisiones populares (que eso es una elección y no un instante de la historia donde se deciden los ingresos de políticos profesionales) se mantiene intacto.
En esta oportunidad su manifestación concreta nos remite a la voluntad oficialista, expresada por macristas y kirchneristas (también hay que reconocer coherencia en este matrimonio) que se obstinan en que las elecciones sean unificadas y para la totalidad de los cargos. Los argumentos han variado con el paso del tiempo y han mutado a medida que revelaban sus inconsistencias o que quedaban desusados, como la piel de una serpiente. Al principio fue el costo, luego una súbita preocupación por el tiempo libre de los ciudadanos de la ciudad y ahora una apelación a la racionalidad.
En el camino de la coherencia hay que señalar que la única preocupación de las fuerzas políticas que sostienen esta posición es la de sus propios intereses. Nada que anime una cierta vocación por la autonomía de la ciudad, por el respeto a la voluntad popular, por la necesaria discusión de los temas locales, puede sostenerse cuando se promueve una elección con ocho categorías simultáneas. Es cierto que el sistema político de la ciudad no se ahorró nada para bastardear hasta convertirlo en una mueca al proceso descentralizador que plantean las comunas, pero no es menos cierto que es un mandato constitucional y que es un proceso colectivo que puede mejorarse con el tiempo. Tampoco es raro que quieran hacerlo cuando siempre, en todas las ocasiones, se demuestra que el calendario electoral actúa como un laberinto intrincado, sujeto a caprichos interesados.
Todo esto bajo el gobierno de una fuerza política que impugno el camino de la novedad a fuerza de tergiversaciones y con un peronismo que “actúa” de oposición al tiempo que es la rueda de auxilio parlamentaria del macrismo.
Que el estado de la discusión se resuma a la fijación del calendario demuestra el escaso interés por parte de las fuerzas mayoritarias, de gobierno y de oposición, por plantear una agenda de reformas. No es raro, hace más de diez años que me toca participar en discusiones, exponer en programas y redactar proyectos para que nunca pase nada o peor aún, la discusión retroceda varias casillas en cada tirada de dados de la política. Pero no sólo eso demuestra, también un profundo desprecio por la calidad institucional y por los problemas de la ciudad.
Hay una manera en que los políticos profesionales podrían demostrarle al resto de los mortales que quieren hacer las cosas de otro modo. Es necesario discutir con amplitud y seriedad una reforma política en la Ciudad. Estamos tan atrás, que obliga a decir que el principio de ese debate debe terminar fijando un calendario electoral inamovible y abandonar la idea de andar haciendo alquimias electorales inentendibles.
1 comentario:
En esencia el macrismo y el kirchnerismo defienden los mismos intereses, más allá de ciertas diferencias de forma: el ansia de perpetuación en el poder y la aspiración a una mejora y/o enriquecimiento individual.
el cota
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