En una nota publicada el miércoles 7 de
setiembre en Clarín y titulada “Rutas posibles para el radicalismo”, Andrés
Malamud esbozó algunos caminos posibles para la UCR a la vista de las
elecciones que pasaron y las que pasarán. Lejos de intentar involucrarme en
cuestiones relacionadas con el destino de la UCR y lejos también de instalarme
en la discusión desde el costado de la Ciencia Política, me gustaría puntear
alguna opción complementaria y alternativa.
La nota de Malamud señala, con justeza,
argumentos que me son bastante familiares –me reúno muy seguido con mis amigos
radicales- y que tienen que ver con que el desarrollo territorial y el
apiñamiento de intendentes convertirán a ese partido en una segura segunda
fuerza. Las bancas en diputados y senadores son otro de los argumentos favoritos
para adornar un esquema de análisis que me parece insuficiente.
Matematizar con exageración, sin matizar
políticamente, y contar de a uno, intendentes, diputados y senadores sin
distinguir ni sus maneras de ver el mundo y el país ni los acuerdos que le permitieron
llegar adonde están, resulta, al menos, un rasgo temerario. Contar dentro de un
mismo coro a personas que entonan tan distinto puede llevar a una desafinación
insoportable. Recargar la mirada institucionalista y pensar la política por
fuera de sus rutinas y sus prácticas concretas puede hacer que se perciba un
sujeto que es en realidad inexistente y, lo que es peor, que se deposite en él
una cierta expectativa.
Los cambios políticos son antes cambios
culturales. Si no hay un tempo cultural que busque otra cosa, la política no
logra reflejarlo. El ejemplo del surgimiento esperanzador de La Alianza está
allí para darnos una mano. Por lo tanto, la construcción de una verdadera
fuerza de oposición no puede buscarse en el álgebra sino que tiene que
responder a un entorno cultural. En el caso de la UCR específicamente, la suma
de todos sus funcionarios no convierte al partido en un genuino esquema
opositor. Básicamente porque las personas no creen que la UCR cumpla ese papel
lo suficientemente bien como para generar una alternativa.
Probablemente, los caminos que puedan seguirse
para la construcción de una genuina marca opositora sean otros. Me permito
sugerir que no es posible centrarse en un solo partido si se trata de convocar
a más personas y a más espacios sociales para construir una alternativa a un
gobierno que, más allá de lo que pensemos, está dando respuestas a colectivos
importantes y variados.
Un solo partido no puede expresar –es casi una
canallada someterlo a semejante tensión- la complejidad de lo social y de la
construcción de las identidades políticas individuales que marcan nuestros
días. Esta vastedad de elementos que concurren a definir la elección de una
persona no puede contenerse en el ideario de un solo partido. El peronismo, casi
animalmente, lo entiende y lo resuelve de modo endógeno. Hace años que no podemos
saber qué cosa es el peronismo, quién lo tiene y quién lo define. Y no podemos
hacerlo porque básicamente no existe, en su multiplicación ha perdido
existencia concreta –metafísica pura- para construirse como una maquinaria
simbólica que lo representa todo y gana elecciones.
A semejante aparato de convencimiento grupal no
se le puede oponer una cuantificación irresoluta e informe. Es querer saltar
sin poder antes caminar. Hace falta un mayor esfuerzo de imaginación, un mejor
aporte de los intérpretes políticos centrales de la oposición para poder
construir una institución lo suficientemente pluralista como para poder
llamarnos a todos. La historia, la memoria y la tradición no alcanzan para
poder esperanzar a las personas que aman la libertad. Crear un escenario en el
que el kirchnerismo se vea desafiado requiere de más de un partido, de más de
una idea y de más de una palabra.
Otra cuestión me inquieta del buen artículo de
Malamud. Le supone verosimilitud a un esquema de oposición basándose en la
hipótesis de una crisis que deberá de ser administrada por el gobierno. Esta
manera de ver las cosas, que en otras oportunidades toma la forma argumental
del péndulo que se aleja o acerca de las posiciones particulares, puede
contener, inadvertidamente, una trampa. Y si no sucede que aparece esa crisis?
Y, si en el caso de aparecer es bien resuelta por el gobierno?
Tal vez es tiempo de construir sin esperar al
desastre y sin apelar a su fuerza redentora. Tal vez es tiempo de convocar
porque somos mejores y no sólo porque no hay otra cosa.
7 comentarios:
Muy de acuerdo con :
“Recargar la mirada institucionalista y pensar la política por fuera de sus rutinas y sus prácticas concretas puede hacer que se perciba un sujeto que es en realidad inexistente y, lo que es peor, que se deposite en él una cierta expectativa”
“Tal vez es tiempo de construir sin esperar al desastre y sin apelar a su fuerza redentora”
En cuanto a lo siguiente ..
« Si no hay un tempo cultural que busque otra cosa, la política no logra reflejarlo »
« Hace falta un mayor esfuerzo de imaginación, un mejor aporte de los intérpretes políticos centrales de la oposición para poder construir una institución lo suficientemente pluralista como para poder llamarnos a todos »
… la gran pregunta que uno puede hacerse es cual es ese tempo cultural que habria que interpretar ?
De no haberlo (el tempo cultural) aquella institucion pluralista perderia razon de ser.
Felipe, lo que llamás "razón de ser" de ese espacio no es la interpretación del tempo cultural, es más bien su generación. No se puede interpretar lo que no existe. Gracias por pasar, una vez más.
"Tal vez es tiempo de construir sin esperar al desastre y sin apelar a su fuerza redentora. Tal vez es tiempo de convocar porque somos mejores y no sólo porque no hay otra cosa."
Extraordinario.
Yo se que usted no le gusta que le haga preguntas .. pero no importa , me mando igual !
Gabriel
Que entendes por "tempo cultural" ?
Clima cultural, sensación cultural de cambio. Una especie de reconocimiento colectivo sobre que hace falta cambiar. Eso, sencillamente. y desde un principio de todo este proceso electoral nunca se vivió ese clima. Obviamente la falta de una oposición querible, más algunos aciertos del gobierno concurren a lo mismo. Pero básicamente responde, a mi modestísimo entender, a que no se generan espacios confiables para que la gente empatice y quiera cambiar.
"Una especie de reconocimiento colectivo sobre que hace falta cambiar"
Yo creo que quienes mas "insatisfechos" estan con la situacion actual son los kirchneristas. Son los mayores demandantes de cambios.
La lista es larga sobre cuestiones por cambiar :
* la muy pobre contribucion de las entidades financieras para el financiamiento de pymes
* la falta de restricciones para el acceso a la tierra de parte de extranjeros
* las leyes de arrendamiento de la tierra funcionales a la monocultura
* la falta de soberania alimentaria
* la falta de participacion de los trabajadores en las ganancias
* la desmonopolizacion en las cadenas de comercializacion
* un sistema impositivo regresivo
(muchos de estos reclamos se corresponden con leyes que estan en gateras en el congreso)
"Tal vez es tiempo de construir sin esperar al desastre y sin apelar a su fuerza redentora. Tal vez es tiempo de convocar porque somos mejores y no sólo porque no hay otra cosa." Acertado. Este es el camino. Muy buena frase.
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