lunes, 19 de julio de 2010

progre - no progre

A nadie sorprendo si marco la rareza de la patria. Desde sus inicios, nada es lo que dice ser en Argentina y en el caso de las discusiones que terminaron en la sanción de la Ley que permite matrimoniarse a personas el mismo sexo, no podíamos esperar otra cosa. Lo que quiero decir es que no creo que nadie sea de izquierda porque esté a favor ni de derecha porque esté en contra. Casi complementariamente, aunque no es exactamente lo mismo, no creo que votar “bien” haga de nadie un progresista. (Aquí empiezo una digresión, suspendamos por un momento la discusión alrededor de la validez de estas categorías, de lo contrario, tengo que parar acá). Si uno lo mira sociologicamente resulta claro que el recorte del voto no supone actitudes de progresía. Si así fuera, el PJ es más progre que el radicalismo, y el socialismo es "todo progresismo" ya que el 100% de sus legisladores votaron afirmativamente. Quién hace, estudia, o solo observa la política del país sabe que esto no es así y que el socialismo no es "puramente" progresista, tanto como Pichetto no se ha convertido de golpe en un sujeto clasificable dentro del centroizqueirdismo.
Por otro lado, en términos menos provincianos no puedo dejar de recordar la bonita foto del Mayor Giuliani en una de las marchas del orgullo gay. No creo que nadie pueda decir que el bueno de Rudolph pudiera pedir compartir tribuna progre con.....Angela Merkel, por ejemplo. Si lo viéramos así el Gobierno, este gobierno, el que garantiza negocios a los amigos, el que depreda la naturaleza por la vía de no hacer nada contra la sojización sólo para mantener vivo un conflicto que le causa una extraña excitación, el gobierno que es, en realidad, una sociedad matrimonial increíblemente exitosa en lo patrimonial aún cuando se pasa el día, eso espera uno, gobernando, este gobierno que le declara la guerra a un diario, este Gobierno, sería progresista porque sus diputados y senadores, mayoritariamente, votaron esta Ley. No parece serio.
En términos más tfilosóficos, no creo que haya un "ser" progre sino que más bien existen situaciones en las que por diversas cuestiones distintas personas asumen posiciones progresivas, pero no las constituyen como "unicidad progresista". Mi posición personal sobre el matrimonio homosexual está expuesta en el blog y salió en Página12, pero eso no me hace sentir más progre que el resto por el hecho de que intento sustraerme del maligno virus argento del embanderamiento. En lo que a mi respecta, es una política pública que suma derechos, que incluye personas y por eso hay que apoyarlo, y tengo para mi que esto se desprende de una actitud pragmatista. Me permito la falta de modestia que sugiere pensar que hasta el mismo Richard Rorty se contentaría con eso sin pensar, como piensa CFK que tras de sí se ve una estela de progresismo.

Pero pasa que en estas tierras y por estos días, todo el mundo se apropia de todo. Yo no tengo ninguna misión evangélica que cumplir con mis pequeñas ideas y no tengo una responsabilidad política que me impida hablar. Ciertamente me pone de un pésimo humor que cualquier pelafustán que nunca dice ni escribe nada en términos públicos, sea porque está en su despacho o en su gabinete de investigación, salga a gritar del modo más oportunista, "soy progre porque apoyo la ley".
He tenido algunas críticas sobre la oportunidad (más bien la inoportunidad) de mi consideración acerca del carácter conservador de la institución matrimonial. Creo que vivimos todos en instituciones más o menos conservadores y a menudo hasta somos felices en ella, pero eso no le quita su temperamento. Por otro lado, insisto en dos cosas que me parecen importantes. La primera es la de desencializar el carácter político de cada uno de nosotros. En el mejor de los casos, luchamos por colocarnos en situaciones de progresismo o reformismo en cada conflicto particular. No es posible ya encontrar, y esto debería parecernos una suerte, itinerarios únicos y seguros que nos lleven al puerto de la corrección política. Por otro lado, y ya en términos de eficacia para quienes no solo miramos la política, es profundamente necesario entender que las construcciones subjetivas de hoy se han complejizado lo suficiente como para no permitirnos encontrar ciudadanos con un punto fijo en términos de sus posiciones políticas.
Volviendo a la discusión sobre la Ley y sobre los argumentos que se dieron a favor y en contra y sobre las actitudes de cada uno, no hay que desestimar la importancia del contexto político. Si se les preguntaba a Diputados y Senadores que votaron favorablemente sobre este proyecto hace un año, la respuesta hubiese sido otra, incluso propongo no olvidar que el Gobierno no lo quiso tratar en tiempos de la visita de CFK al Vaticano. La ley es fruto del trabajo de sectores activados de los movimientos gays, trans y lesbianas, lo que es justo y democrático y razonable y de la oportunidad del Gobierno por pelear cada porción de la constelación progre. Bienvenida sea la Ley, pero voy a insistir, no hace a nadie más de izquierda.
Mi posición, que califico de liberal, era la de sacar la figura del matrimonio del código civil, ir hacia la figura de unión familiar, sin distingos de sexo y dejar la figura del matrimonio para quienes quisieran hacerlo dentro de la esfera religiosa.

9 comentarios:

Anónimo dijo...

En su Derecha e izquierda, Norberto Bobbio explica que la diferencia esencial entre derecha e izquierda es la posición frente a la desigualdad: desde una visión centrada en el esfuerzo personal, cuyos orígenes hay que rastrearlos en la ética protestante, la derecha acepta las diferencias sociales, es decir la desigualdad, como condición necesaria para el progreso de la sociedad, que avanzaría a través de la competencia (individual) entre sus integrantes, frente a una izquierda que sostiene que estas diferencias no son inevitables sino el producto de construcciones políticas, históricamente situadas, y que deben ser corregidas (básicamente a través del rol del Estado, que por lo tanto debe ser más fuerte).
Desde esta perspectiva, estar a favor del matrimonio entre personas del mismo sexo convertiría a alguien en izquierdista y a un opositor en la derecha. Quizás el problema radique en que hay "posiciones" de izquierda y de derecha frente a determinados temas y no esencias de izquierdas y derechas.

Martín Wallach
martinwallach@hotmail.com

Gabriel Palumbo dijo...

martín, creo que algo así intenté decir en la entrada, gracias por pasar y espero nuevos comentarios

Martín Wallach dijo...

De todas formas pregunto (y por supuesto sin tener la respuesta. Una duda genuina): podemos decir que dentro de los que votan a favor los hay de derecha y de izquierda; y progresistas y conservadores, pero que entre los que votan en contra, todos son de derecha y conservadores?

descategorizandoporahi dijo...

¿Es tan fácil encasillar a alguien en la derecha o el conservadurismo? ¿No es, acaso, posible creer que se pueden tener ciertas ideas ligadas a lo religioso que hacen que uno se decida por posturas más tradicionales, sin por eso convertirse en una persona de derecha a tiempo entero, a agenda completa?

Gabriel Palumbo dijo...

No sólo no es fácil sino que puede tornarse inútil. Las correspondencias entre actitudes religiosas y derechas políticas se las dejaremos a los torpes. De todas formas creo que hay maneras de mirar las cosas que generan identificaciones entre categorías que son siempre discutibles. En mi caso me deshago de izquierdas y derechas y recupero liberales-conservadores

Martín Wallach dijo...

Retomando entonces el clivaje (?) liberales - conservadores, quienes estuvieron en contra de la sanción de la ley (yo creo que entre tradicional y conservador hay una línea muy delgada, quizás alguien pueda explicarme la diferencia) han mostrado ciertos elementos antidemocráticos (incluso algún senador dejó entrever cierta presión). Pero no evitaron llevar el proceso de sanción de la ley con términos como "guerra de dios", "conspiración diabólica", etcéteras. Tampoco creo que todo lo religioso tenga que ser de derecha. Solamente hablo de los argumentos contra la sanción de la ley de matrimonio igualitario.

descategorizandoporahi dijo...

Si debiera pensar rápidamente por qué a veces elijo hablar de lo "tradicional" y otras veces sobre lo "conservador", posiblemente la diferencia sea que el primero no es un pensamiento ligado a lo político, sino a valores más arraigados -culturales, sociales y religioso.
Se me ocurre que el "todos" es el problema en la idea "entre los que votan en contra, todos son de derecha y conservadores". No creo en la necesidad de pensar en que todos los que votaron en contra son conservadores, posiblemente alguno no lo sea -como sucede con la mayoría de las generalizaciones, verdad? Pero sí comparto lo preocupante que han sido algunos de los argumentos allí esgrimidos. Recupero entonces, ha sido mucho más problemática la forma y el lugar desde donde muchos representantes han decidido justificar sus votaciones que el hecho que hayan decido votar que no. Y es en la construcción de sus argumentos al enunciar que votaban en contra que encontramos elementos conservadores, no en el hecho que hayan que votado que no (pensemos si, acaso, no ha habido gran cantidad de elementos conservadores en los discursos de quienes votaron a favor). Y Ahi sí acordaríamos Martin, ¡Cuántos de los argumentos planteados durante la discusión de la ley de matrimonio (me resisto a llamarlo igualitario) han sido sumamente, netamente, puramente conservadores!

Martin Wallach dijo...

Muy de acuerdo en casi todo lo que decís. Acepto la diferencia entre tradicional y conservador, pero casi son las caras de una misma moneda, si bien no se puede generalizar, por eso acoto el "casi".
Es cierto que han sido muchos los argumentos conservadores, tanto los que han votado a favor, como los que han votado en contra. Pero la política, más allá de lo discursivo, tiene que ver con el ejercicio, por eso mi segmentación (quizás también el vicio de investigador) entre los que votaron de una u otra manera.
Matrimonio igualitario en sentido que ampara la institución a todos los que tengan ganas de formar parte de ella.
Particularmente estoy en contra del matrimonio como institución, pero no por eso creo que haya restringirle los derechos que éste otorga, a nadie.

Gabriel Palumbo dijo...

Sobre los argumentos ya escribí otra entrada antes que esta. Pero si sacamos los más extremos y radicalizados (que son inútiles para nuestra discusión) queda claro que el corte derecha-izquierda, liberal-conservador no se cumple. Sólo me retracto si alguien consigue convencerme de que Picheto es liberal. O que Pinedo es liberal.